domingo, 29 de marzo de 2015

Lecciones de poética de la vida cotidiana: pereza de domingo



Si pudiéramos coleccionar imágenes poéticas de nuestra vida cotidiana, poco a poco iríamos llenando un álbum de instantáneas, para construir la memoria, para habitar de recuerdos las horas silenciosas. Tal vez una de las primeras imágenes en guardar sería una sonrisa especial, un abrazo, ese primer beso, una cabellera que se despeina feliz en medio del viento.

Esta es la primera de esas imágenes.

A mi manera particular de ver las cosas, es poético hacer pereza hasta tarde con tu compañera/o de viaje, de camino, de ruta. Debe ser sublime estar acostados, sin mayores preocupaciones, con las piernas enredadas, un domingo en la mañana mientras llueve. Y todo está a media luz, iluminado a duras penas con un rayo de luz (esa luz que dan los rayos del sol que se cuelan entre las nubes), y hace frío, y uno y otro, abrazados, respiración suave, el olor del cabello, hacer de ese punto, ese lugar, ese instante, el centro de todo el universo y sentir que no hay mayor sensación de plenitud que encontrar alguien en quien poder refugiarse (en esos brazos) y no hacer más nada que pereza, bella hermosa encantadora sutil sublime deliciosa pereza.


Ni idea porqué pero esta entrada empezó a tomar forma mientras oía esta canción y también con esta, ambas de Hellogoodbye.

sábado, 28 de marzo de 2015

Del amor - Chejov



"Fuimos a despedir a Anna Alexéiev­na en gran tumulto. Cuando ella ya se había despedido de su esposo y de sus hijos, y quedaba para la tercera llamada sólo un instante, yo entré corriendo a su coupe, para poner en el estante una de sus cestas, que casi olvidó, y había que despedirse. Cuando nuestras miradas se encontraron allí, en el coupe, las fuer­zas espirituales nos abandonaron, yo la abracé, ella apretó su rostro contra mi pecho, y le brotaron lágrimas de los ojos; besando su rostro, hombros y manos, mojadas de lágrimas, -¡oh, qué infelices éramos los dos! –yo le declaré mi amor y, con un dolor quemante en el corazón, entendí cuán no necesario, mezquino, y cuán engañoso era todo lo que nos impedía amarnos. Yo entendí que cuando amas, al razonar sobre ese amor, hay que partir de algo superior, más importante que la felicidad o la infelicidad, el pecado o la virtud en su sentido corriente, o no hay que razonar en absoluto."

Fragmento de Del Amor  de Anton Chejov

jueves, 26 de marzo de 2015

Ya no - Idea Vilariño



Ya no será
ya no
no viviremos juntos
no criaré a tu hijo
no coseré tu ropa
no te tendré de noche
no te besaré al irme
nunca sabrás quién fui
por qué me amaron otros.

No llegaré a saber
por qué ni cómo nunca
ni si era de verdad
lo que dijiste que era
ni quién fuiste
ni qué fui para ti
ni cómo hubiera sido
vivir juntos
querernos
esperarnos
estar.

Ya no soy más que yo
para siempre y tú
ya
no serás para mí
más que tú. Ya no estás
en un día futuro
no sabré dónde vives
con quién
ni si te acuerdas.
No me abrazarás nunca
como esa noche
nunca.

No volverá a tocarte.

No te veré morir.

miércoles, 25 de marzo de 2015

En verdad te pienso



Si te digo que te pienso es porque es así, porque en verdad te pienso. Si te digo que quiero besarte es porque mi labios anhelan estar cerca a los tuyos y jugar, como solían hacerlo. Si cuando compro un paquete de gomitas dejo para el final las rojas, es porque tú me dijiste que esas eran las más deliciosas pero las más poquitas. Si te invito a comer helado es que no tengo otra excusa para ver de nuevo tus ojos y tal vez poder abrazarte. Y por eso, si te digo todo esto es porque , si voy por aquí, si voy por allá, es así, es porque en verdad te pienso.

jueves, 12 de marzo de 2015

Un helado en sueños



Ella soñó que se encontraban en esa ciudad (donde ya no vivía) y él la invitaba a helado. Él, mientras soñaba despierto camino al trabajo, pensaba que la próxima vez que la viera le gustaría compartir un helado. Así se fueron encontrando, en sueños, dormidos, con los ojos abiertos, porque la vida es así, porque en sueños es el único modo que tienen  para verse.

viernes, 6 de marzo de 2015

Inexactitud del tiempo

Hoy, mientras buscaba unos archivos en mi memoria usb, encontré algo que escribí hace ya un buen tiempo, en el 2008. Tras sufrir un par de modificaciones, un par de líneas que decidí había que pulir, sentí que quería publicarlo. Porque como recientemente me enseñó alguien, "al pasado hay que honrarlo".



Los cuentos de antes empezaban con “había una vez” o “érase una vez”, para indicar un tiempo y un lugar distantes y remotos, incalculables. Así mismo debería empezar esta historia.

Hubo una vez en que tú y yo fuimos felices… hubo una vez en que tú y yo solíamos ser muy buenos amigos, en que las cosas fluían naturalmente; en que los extraños mecanismos del universo se movían a un solo ritmo, en una misma danza sutil e imperceptible; unos días en que los minutos florecían y dejaban un aroma en el aire que sólo unos cuantos podíamos sentir.

Hablo de esos días cuando llegaste a mi vida. Yo acababa de romper con alguien y me encontraba en ese momento en el que uno se siente más solo que nunca, más desadaptado del mundo y sin nada qué hacer. Exactamente, para ser más precisos, tú ya estabas en mi mundo desde cinco o seis años atrás, pero fue en ese punto cuando tu existencia cobró fuerza en mi desolada existencia.

Caminar contigo, estar a tu lado era someterse a vivir una experiencia salida de un musical, porque todo era único, mágico y diferente… la gente alrededor parecía bailar y entonar la misma canción. El más pequeño comentario, un leve gesto, un tropezón imperceptible, una disimulada equivocación o un incómodo silencio daban paso a nuestras carcajadas prolongadas que provocaban que quienes nos rodeaban nos miraran como un par de orates, chiflados, locos.

Nuestra amistad era eso y más ¿Cómo explicarle al mundo que jamás corrimos el velo ante nuestros ojos? ¿Cómo decirles que no sabíamos que de fondo había más? La gente nos preguntaba si éramos novios y siempre respondíamos que no, tan sólo somos los mejores amigos del mundo…

Quizás esa era una forma de mentirles a ellos, y sobre todo, a nosotros mismos.

Nuestra amistad era como una de esas telas que se van deshaciendo al halar un hilo… dejamos una pequeña hilacha suelta y al tirar de ella nuestros verdaderos sentimientos se fueron desprendiendo. Fue a partir de esa noche cuando llegamos ebrios a tu casa, cuando nos recostamos en tu cama a charlar y te besé… fue a partir de ese instante en que nuestros corazones se abrieron como la caja de Pandora y dejamos salir lo que atesorábamos sin saberlo.

Al principio te daba asco pensar en tu mejor amigo y tú, en la cama, en la madrugada… pero esos encuentros se hicieron recurrentes, y las caricias disimuladas, el contacto, el comentario con doble sentido… entonces sí, comprendimos que todo encajaba perfectamente, que nos habíamos enamorado sin intuirlo, que quizás si nos acoplábamos tan bien era por ese motivo. Tantas cosas, tanto tiempo.

Pero no todo fue perfecto…

Enamorarse de tu mejor amiga tiene sus ventajas… y sus desventajas también.

Como me conocías por completo temías de que fuera un capricho mío, algo momentáneo y pasajero. Te dio miedo perder al que considerabas uno de los seres más importantes de tu vida e intentaste frenar con todo. Yo no te lo permití… ya habías entrado de lleno en mi vida. Así muchas veces mientras hacíamos el amor, tú preguntabas si te quería y mi respuesta, cargada de una ternura nacida solamente para tus oídos, te llenaba de colores los oídos, de aromas las manos, de susurros la nariz. Y te aferrabas a mí tan fuerte que pensaba que de esa manera tratabas de que las palabras no se escaparan de tu lado.

Aún así… el miedo nunca se fue. Una y otra vez tuve que decirte que no era como creías.

Temías que al final me alejara de tu lado y te hiciera daño…
Al final de todo lo hice…

Ambos cambiamos. Me hiciste creer que todo lo habías hecho por conservar la amistad, que me besabas tan sólo porque me gustaba. Según tú poco disfrutabas de mis besos… pensé que no eras feliz conmigo, por eso me aparté del camino, para que encontraras tu felicidad con el sacrificio de la mía.

Es posible que mi error haya sido alejarme sin decir nada, sin buscarte para al menos darte una explicación o pedirte una. Por comentarios de la gente ne enteré que estabas bien… nadie dijo nunca que sufrías por dentro, tal vez porque jamás le demuestras al mundo lo que verdaderamente sientes.

No sé como reaccionaste cuando supiste por otra persona que ya había conocido a alguien y que salíamos. Había pasado un mes desde que pensé en alejarme de tu rumbo y ser sólo tu amigo. No sé si lloraste, no sé si sufriste… pensé que eso era lo que querías cuando me decías que buscara a otra mujer…

Por eso esta historia debió comenzar con el típico “érase una vez”, porque hubo un tiempo en que fuimos felices y ya no, porque hubo un nosotros en lugar de tú y yo por separado… porque ese “érase una vez” representa el tiempo inexacto y el lugar perdido en el espacio en que estuvimos unidos.

¿Ó lo estamos?

Porque aún te busco… porque te robo besos a la fuerza… porque no haces mayores esfuerzos por librarte de mí presencia… porque sin importar si estoy con alguien deseo regresar contigo…


Y ahora yaces a mi lado sin moverte… cualquiera diría que acabo de matarte impulsivamente para terminar con todo. Pero no. Esta no es una historia de asesinos, sino de profanadores de amores enterrados sin haber muerto; es una historia de la manera en como las circunstancias alteran en pocos meses una amistad de muchos años. Si, estás a mi lado durmiendo semidesnuda y yo te abrazo y te acaricio. Sé que jamás me voy a alejar de ti porque por más que intente somos un círculo vicioso; como una cinta de Moebius que al empezar una línea que recorra la figura siempre regresa al punto de partida; somos como un deja-vú sentimental que sucede en el tiempo una y otra, una y otra, una y otra vez.

Las ciudades y el deseo



LAS CIUDADES Y EL DESEO. 2
Al cabo de tres jornadas, andando hacia el mediodía, el hombre se encuentra en Anastasia, ciudad bañada por canales concéntricos y sobrevolada por cometas. Debería ahora enumerar las mercancías que se compran a buen precio: ágata, ónix, crisopacio y otras variedades de calcedonia; alabar la carne del faisán dorado que se cocina sobre la llama de leña de cerezo estacionada y se espolvorea con mucho orégano; hablar de las mujeres que he visto bañarse en el estanque de un jardín y que a veces -así cuentan- invitan al viajero a desvestirse con ellas y a perseguirlas en el agua. Pero con estas noticias no te diré la verdadera esencia de la ciudad: porque mientras la descripción de Anastasia no hace sino despertar los deseos uno por uno, para obligarte a ahogarlos, a quien se encuentra una mañana en medio de Anastasia los deseos se le despiertan todos juntos y lo circundan. La ciudad se te aparece como un todo en el que ningún deseo se pierde y del que tú formas parte, y como ella goza de todo lo que tú no gozas, no te queda sino habitar ese deseo y contentarte. Tal poder, que a veces dicen maligno, a veces benigno, tiene Anastasia, ciudad engañadora: si durante ocho horas al día trabajas como tallador de ágatas, ónices, crisopacios, tu afán que da forma al deseo toma del deseo su forma, y crees que gozas por toda Anastasia cuando sólo eres su esclavo.

Tomado de "Las ciudades invisibles" de Italo Calvino.

miércoles, 4 de marzo de 2015

Acuarela



Dicen los que saben que la acuarela es una de las técnicas de pintura más agradecidos: se puede tener un poco de color seco en la paleta y basta con agregar algo de agua para levantar el color y poder volver a utilizarlo en caso de que se necesite. 

La acuarela toma las características del agua. Ambas deben fluir en el papel, para trabajarla los movimientos deben ser igual, fluidos, y así mismo debe ser la actitud que se asuma cuando se pinta. En cursos de pintura enseñan que el agua pasa rápido, la acuarela también; el agua es traslúcida, la acuarela también y que la acuarela debe generar los mismos movimientos del agua.

Y por eso me gusta.

Aprender a emplear acuarelas ha representado retomar ciertos aprendizajes, los de las clases de arte en el colegio, volver a coger pinceles, a perder el miedo a untarme, a limpiar, a pensar en la obra final. Mientras pinto pareciera que la cabeza se vacía de pensamientos, de problemas, de afanes, preocupaciones, ansiedades y todo eso. Soy yo frente al papel, dejando fluir las ideas, pensando solo en lo que estoy haciendo, nada más.

Pero también ha significado aprender a dejar ir las cosas. Un trazo mal hecho, no saber aplicar determinado color en determinado momento hace que el resultado final cambie por completo, porque no hay forma de cómo corregir. Por eso alguien que conozco, una amiga de esas que trae consigo la vida, una mujer que además de ser psicóloga es también una gran artista, me dijo que la acuarela era una de las técnicas más difíciles de llevar a cabo.

Y ese es, quizás, el principal aprendizaje que tengo que lograr en este momento.