lunes, 16 de febrero de 2009

Pequeña crónica de una tarde cine y una película medianamente entretenida


Jason is come back. Sí, aquel ser que se empeña en acabar con cuanto joven adolescente que llega al Campamento Crystal Lake con deseos de acampar, embriagarse, tener sexo desenfrenado y demás, está de regreso a las pantallas de cine.

Como ya uno se puede imaginar no puede pedirle mucho a esta película, uno ya se conoce el argumento: los jóvenes llegan, exploran la zona, se meten donde no se deben meter, en la noche Jason los asesina de manera cruda uno a uno, hasta que al final la parejita protagonista (elemento que además es común a muchas otras producciones: ellos previamente se conocieron, hablaron y nació entre ellos un vínculo fuerte, por no decir amor a primera vista) logra detenerlo. Al final, ambos malheridos quieren regresar a sus vidas normales pero Jason, metáfora de Superman porque nunca le pasa nada, es pseudoinvencible, está en un sitio y se aparece en segundos en otro, entre otras cosas, sale de improviso arruinándoles los planes. Y listo, fin de la película.

Creo que si se consideran estos parámetros se puede llegar a disfrutar de Viernes 13. No estoy diciendo que llegue a ser buena, eso jamás, sino entretenida. El espectador ya puede adivinar que va a suceder más adelante, no se necesita ser un experto en el séptimo arte para adivinar que la pareja que está en determinado sitio haciendo del kamasutra un material didáctico y no un mero libro de texto es la siguiente en la lista de víctimas.

Bajo estos conceptos fui a ver la nueva aparición de Viernes 13, estrenada en Estados Unidos en Febrero 13, y que posiblemente llegue a Colombia. Unos amigos que tienen un programa de televisión sobre crítica cinematográfica me invitaron al preestreno. A mi lado se sentó un tipo al cual no voy a entrar a describir ya que que el muy maldito se encargó de comentar la película cual comentarista de fútbol durante un partido. Que mamera. Durante casi el 70 % del tiempo que duró el filme habló. “Ayyyy por allí no”, “Ya los va a matar… 5, 4, 3, 2…”. Yo no necesitaba un reloj humano que me indicara en que momento iba a morir alguien.

Hubo instantes en qué pensé cambiarme de silla pero mi orgullo me lo impidió (sí, orgullo, yo me senté primero, él llegó después). De haber seguido hablando quizás uno de los que estábamos a su lado nos hubiéramos puesto de pie para asesinarlo a machetazos y cuchillazos al estilo Jason, como lo veíamos en la pantalla, la vida imita al arte. Sólo hasta que mi novia le pidió el favor de que hiciera silencio no se quedó callado. Bastó que alguien le dijera que era incómodo, que lo que hacía no era del agrado de los demás. Me dio pena ajena. La siguiente media hora se quedó en completo silencio. A mi me dieron remordimientos, ganas de reírme, no sé, quería burlarme pero hubiera sido peor.Al final la sensación fue incómoda. La película ya era previsible, sangrienta y cruda como para que otro viniera a dañar el momento. Esperamos a que saliera para no verle la cara… a muchos no les gustó Viernes 13. Quizás esperaban algo diferente pero no, este tipo de películas no están hechas para cambiar la historia cinematográfica. Uno no puede verse Viernes 13 esperando algo al estilo Matrix o The Lord of The Rings.