jueves, 31 de octubre de 2013


12 

Se miran, se presienten, se desean, 
se acarician, se besan, se desnudan, 
se respiran, se acuestan, se olfatean, 
se penetran, se chupan, se demudan, 
se adormecen, despiertan, se iluminan, 
se codician, se palpan, se fascinan, 
se mastican, se gustan, se babean, 
se confunden, se acoplan, se disgregan, 
se aletargan, fallecen, se reintegran, 
se distienden, se enarcan, se menean, 
se retuercen, se estiran, se caldean, 
se estrangulan, se aprietan, se estremecen, 
se tantean, se juntan, desfallecen, 
se repelen, se enervan, se apetecen, 
se acometen, se enlazan, se entrechocan, 
se agazapan, se apresan, se dislocan, 
se perforan, se incrustan, se acribillan, 
se remachan, se injertan, se atornillan, 
se desmayan, reviven, resplandecen, 
se contemplan, se inflaman, se enloquecen, 
se derriten, se sueldan, se calcinan, 
se desgarran, se muerden, se asesinan, 
resucitan, se buscan, se refriegan, 
se rehúyen, se evaden y se entregan. 

Oliverio Girondo, en Espantapájaros.

lunes, 21 de octubre de 2013

Depresión postlibro


Como dice una amiga mía, tengo depresión postlibro. Ese desazón que suele dar cuando terminas de leer un libro que te ha acompañado por algún tiempo y te ha entretenido bastante. Y mi depresión, por decirlo así, no solo es por terminarlo sino también por la forma en la que este acaba.

En el libro (La elegancia del erizo de Muriel Barbery), los tres personajes principales encuentran por un fin su lugar en el mundo, cuando por fin se juntan los tres y encajan, en medio de un mundo banal, al que no pertenecen, cuando por fin... y uno de ellos muere de manera accidental y los otros dos se quedan solos, aún más solitarios que al inicio...

Y no sé por qué me parece triste, si en la vida real son escasos los finales felices.

¿Leemos acaso por qué deseamos escapar de lo abrumador que nos resulta el mundo y su aplastante cotidianidad? ¿Nos refugiamos en un libro para poder vivir las vidas que anhelamos?

Lo único que sé es que no tengo la respuesta.

miércoles, 9 de octubre de 2013

No es que muera de amor


No es que muera de amor, muero de ti.
Muero de ti, amor, de amor de ti,
de urgencia mía de mi piel de ti,
de mi alma, de ti y de mi boca
y del insoportable que yo soy sin ti.

Muero de ti y de mi, muero de ambos,
de nosotros, de ese,
desgarrado, partido,
me muero, te muero, lo morimos.

Morimos en mi cuarto en que estoy solo,
en mi cama en que faltas,
en la calle donde mi brazo va vacío,
en el cine y los parques, los tranvías,
los lugares donde mi hombro
acostumbra tu cabeza
y mi mano tu mano
y todo yo te sé como yo mismo.

Morimos en el sitio que le he prestado al aire
para que estés fuera de mí,
y en el lugar en que el aire se acaba
cuando te echo mi piel encima
y nos conocemos en nosotros,
separados del mundo, dichosa, penetrada,
y cierto, interminable.

Morimos, lo sabemos, lo ignoran, nos morimos
entre los dos, ahora, separados,
del uno al otro, diariamente,
cayéndonos en múltiples estatuas,
en gestos que no vemos,
en nuestras manos que nos necesitan.

Nos morimos, amor, muero en tu vientre
que no muerdo ni beso,
en tus muslos dulcísimos y vivos,
en tu carne sin fin, muero de máscaras,
de triángulos oscuros e incesantes.
Muero de mi cuerpo y de tu cuerpo,
de nuestra muerte ,amor, muero, morimos.
En el pozo de amor a todas horas,
inconsolable, a gritos,
dentro de mi, quiero decir, te llamo,
te llaman los que nacen, los que vienen
de atrás, de ti, los que a ti llegan.
Nos morimos, amor, y nada hacemos
sino morirnos más, hora tras hora,
y escribirnos y hablarnos y morirnos.

Jaime Sabines.
(para oír el poema en voz del autor , aquí)

martes, 8 de octubre de 2013

Regalo en una caja china


Te regalo este gato
para que tengas
el tigre que anhelas

Recibe con el tigre
el sol y la noche

Te regalo con la noche
la hoguera y la nieve

Recibe con la hoguera
el amor
espejo en el que el gato se mira

Horacio Benavidez.
Premio Nacional de Poesía - Ministerio de Cultura, Colombia, 2013.

miércoles, 2 de octubre de 2013

Mi versión de la historia del mico y el árbol


(A alguien que aprecio mucho le oí una historia, escrita por otra persona, sobre un mico que viviendo en un árbol que le daba de todo, se pasó a otro que parecía ser mejor pero no... hoy quiero usar esa metáfora, la del mico y el árbol, para hablar de mí).

Hubo una vez en dicha selva un mico que vivía en un árbol. Tal vez, comparado con los demás árboles de ese lugar, no era el mejor lugar para vivir, tenía sus fallas, a veces le daba mucho el sol, a veces era algo incómodo, a veces los frutos que de ahí se obtenían no eran los mejores, pero el mico adoraba vivir ahí. Para él, así la selva estuviera llena de miles y miles de lugares donde pudiera estar mejor, ese era su sitio.

Le gustaba cómo se sentía la madera de sus ramas al contacto con sus patas, le daba sosiego; sus frutos no siempre eran los más óptimos, pero también sabía dar frutos con sabores óptimos, que en ningún otro lado podía encontrar. Y así las condiciones atmosféricas hicieran en ocasiones que vivir ahí fuera difícil, pues nada, el mico sabía, en medio de su completa ignorancia porque este miquito no sabe nada nada nada nada de la vida, que las condiciones varían y no siempre se puede esperar días bonitos en la selva.

Aun así, el mico sentía que la relación con su hábitat estaba cambiando, como si el animal estuviera agotando sus recursos, como si el mico necesitara otras cosas que el árbol no podía dar...

Y un buen día el miquito decidió dejar al árbol.

Ahora de lejos lo ve crecer más fuerte, más robusto, sus hojas se ven más verdes, su madera se ve más sana. Es como si el mico hubiera sido un animal egoísta y no se hubiera dado cuenta que le hacía daño. Ahora el miquito se siente desubicado, no quiere subir de nuevo a ningún otro árbol, ni quiere regresar al anterior; en el suelo, limitándose solo a respirar, con algo de nostalgia en sus ojos, ve como pasan los días y las noches en esa selva.