Como dice una amiga mía, tengo depresión postlibro. Ese desazón que suele dar cuando terminas de leer un libro que te ha acompañado por algún tiempo y te ha entretenido bastante. Y mi depresión, por decirlo así, no solo es por terminarlo sino también por la forma en la que este acaba.
En el libro
Y no sé por qué me parece triste, si en la vida real son escasos los finales felices.
¿Leemos acaso por qué deseamos escapar de lo abrumador que nos resulta el mundo y su aplastante cotidianidad? ¿Nos refugiamos en un libro para poder vivir las vidas que anhelamos?
Lo único que sé es que no tengo la respuesta.
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