jueves, 17 de septiembre de 2020

Carta a mi yo de 5 años

 


Hola Diego Alejandro de 5 años. 

Tal vez estés triste porque hace poco se murió nuestro abuelo. Hoy, a unas semanas de que cumplamos 37, quiero decirte que ese día es uno de los más nublados y tristes de nuestras vidas. Siempre nos vamos a preguntar en nuestros momentos felices si él va a estar en alguna parte mirándonos. Y sí, en su momento sabremos que lo está. 

Estás en un momento único e irrepetible. Muchas de las cosas no vas a entenderlas ahora, pero más adelante tendrán sentido (créeme, a mi edad aún no logro entender algunas de ellas). Cuando la abuela María se sienta a ayudarnos a parar los muñecos de Yupi y separarlos por colores, mezclarlos y volverlos a agrupar, nos enseña a clasificar el mundo, a darle forma y orden. La abuela será la entrada a un mundo mágico que sabes que existe, un mundo de formas, sombras, encantos y saberes que parecen ir en contra del mundo racional que hoy habito (pero tú y yo sabemos que ambos existen pacíficamente y en el fondo no riñen entre sí).

En algún momento vas a pensar que el mundo de los adultos es aburrido, y sí, tienes razón. Peleo para que no sea así. Por eso leo muchos libros y cómics, paso horas jugando Nintendo y armo muñecos de Lego, de esta forma sigues viviendo dentro de mí. Quiero decirte además que hace poco descubrí que el sabor de los cholados y raspados me lleva a nuestra infancia, cuando la tía Pepa nos llevaba de paseo y nos gastaba uno.

Hoy tenemos un compañero de aventuras: nuestro sobrino que nos reconcilia con la vida. Con Matías armamos espadas de cartón para vencer a unos demonios invisibles; nos tiramos en el suelo a dibujar gatos, monstruos y ciudades; él baja nuestros libros de la biblioteca y arma castillos que protegen del ataque de dragones; se acuesta a nuestro lado para que juntos veamos televisión.

Tu y yo hemos logrado muchas cosas, hemos alcanzado sueños que parecían imposibles. Solamente no dejes de creer.

Aún vives dentro de mí. 

Yo, es decir tú, pero a los 36.


miércoles, 17 de octubre de 2018

Sobra tiempo



Es fácil estar solo. Te acostumbras a tus ritmos, aprendes a conocerte. Sabes qué necesitas y qué buscas. Te acompaña tu ansiedad, aprendes a reconocer cuando estás en medio de un episodio de esos, cuando tu cielo se nubla y no quieres buscar refugio.

Aparece alguien. Y te conectas. Tratas de hacerlo, es casi como caminar en la cuerda floja sin malla de protección. Estás no solo a merced de tus ataques de ansiedad, sino también de los ajenos. La llama que arde con fuerza de entrada, corre el riesgo de apagarse pronto. Hay señales de alerta. Piensas que tal vez sos vos quien, cansado de caminar a través de las mentiras del mundo, te has vuelto insensible, difícil, complicado.

Recuerdas que antes (dos, tres, cuatro veces) has estado en la misma situación. Mal harías en deshonrar tu memoria y tus aprendizajes de este modo. Sabes que antes has estado en ese mismo lugar, con diferente gente. En estos casos no hay lugar para sorpresas. Es mejor prevenir que curar. Mejor perder el impulso que la calma. Sobra tiempo para estar incómodo, presa de una ansiedad ajena. Primero vos y tu calma. Para lo demás sobra tiempo. Para lo demás hay catarsis.

sábado, 26 de mayo de 2018

Las armas secretas (fragmento) - J. Cortázar


Ahora voy a pensar en ti, querida, solamente en ti toda la noche. Voy a pensar solamente en ti, es la única manera de sentirme a mí mismo, tenerte en el centro de mí mismo como un árbol, desprenderme poco a poco del tronco que me sostiene y me guía, flotar a tu alrededor cautelosamente, tanteando el aire con cada hoja (verdes, verdes, yo mismo y tú misma, tronco de savia y hojas verdes: verdes, verdes), sin alejarme de ti, sin dejar que lo otro penetre entre tú y yo, me distraiga de ti, me prive por un solo segundo de saber que esta noche está girando hacia el amanecer y que allá del otro lado, donde vives y estás durmiendo, será otra vez de noche cuando lleguemos juntos y entremos a tu casa, subamos los peldaños del porche, encendamos las luces, acariciemos a tu perro, bebamos café, nos miremos tanto antes de que yo te abrace (tenerte en el centro de mí mismo como un árbol) y te lleve hasta la escalera (pero no hay ninguna bola de vidrio) y empecemos a subir, subir, la puerta está cerrada, pero tengo la llave en el bolsillo...


miércoles, 16 de mayo de 2018

Adolescente que duerme

La imagen fue tomada de esta página

Un débil rayo de luz matutina se cuela a través de las cortinas grises de aquel cuarto de paredes blancas. En el suelo hay algo de desorden, medias a un lado, camisetas regadas a lo largo de la habitación; unos guayos llenos de lodo reposan en una esquina, junto a un balón de fútbol. Hay también un maletín abierto, varios cuadernos por fuera, una sudadera sucia, una chaqueta trajinada y maloliente, papeles desperdigados a un lado y otro. Justo en el centro de la habitación hay una cama y en ella, envuelto en esas sábanas blancas duerme plácidamente un adolescente. Aún no se ha dado cuenta de que le llegó la menstruación.

lunes, 14 de mayo de 2018

Un día díficil

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Lisa se despierta asustada, ya es tarde para salir a trabajar. Se baña lo más rápido que puede, ya tendrá tiempo el fin de semana para lavar su cabello como acostumbra. Se viste con lo primero que encuentra. Se parte una de sus uñas con la mesa de noche. No tiene tiempo para preparar desayuno, ni mucho menos de escoger la fruta que comerá a media mañana. Abre la nevera, coge lo primero que encuentra. Un yogur que se venció hace dos días. Con suerte no le caerá mal a su organismo. Con suerte el colon irritable de Lisa le perdonará esta imprudencia. Con suerte. Sale corriendo. Luego de veinte minutos pasa el bus que la lleva a la oficina. Va sudando, apretada en medio del tumulto. Un hombre está muy cerca a Lisa, le soba sus partes íntimas. Alguien cerca parece no haberse bañado. Y todavía falta mucho para llegar. Al parecer será un largo, casi interminable día.

martes, 6 de febrero de 2018

Salir con alguien



Salir con alguien es salir con las soledades que carga esa persona, con sus vacíos, sus carencias, sus ausencias. 

Es descubrir que el universo, de a dos, puede llegar a ser habitado más fácil. 

Es dejar a un lado la carga, para compartir por breves instantes el gozo de una grata compañía, el placer de una conversación sin rumbos fijos ni planes premeditados.

Es aventurarse a descubrir otro ritmo, otro compás, otra forma de moverse por el espacio. 

Es abrir una puerta para descubrir nuevas ideas.

Es permitirse entrar en tensión con ciertos valores y criterios, encontrar posibilidades, ver con otros ojos lo cotidiano.

jueves, 25 de enero de 2018

Las heridas ocultas que llevamos

Tomado de aquí


"Ser escritor significa detenerse en las heridas ocultas que llevamos en nuestro interior, de cuya existencia, como mucho, tenemos una ligera idea, descubrirlas y conocerlas pacientemente, sacarlas bien a la luz y convertir esas heridas y sufrimientos en una parte de nuestra escritura y nuestra personalidad que abrazamos conscientemente"

Orhan Pamuk

domingo, 21 de enero de 2018

Historias de seres anónimos IV



Esos dos que bailan escondidos en el centro de la pista no son una pareja de novios o de amantes. Sí, lo parecen, porque se nota en la forma en que se miran, esa manera de moverse, esa cadencia y esa sincronía. Eso no es gratuito.

Bailan una salsa suave, una canción reservada para personas que tienen entre sí un nivel elevado de confianza. Pero estos dos en particular no son pareja. Pudieron llegar a serlo, pero eso es pasad, periódico de ayer que nadie procura ya leer.

Hubo muchas chispas cuando se conocieron. Alguien en común los presentó en un restaurante, intercambiaron números, se llamaron, se vieron, salieron. Las cosas parecían haber salido bien para quien actuó de celestina.

Pasaron varias tardes recostados en una cama comiendo chucherías, de esas que no nutren nada el cuerpo pero que son, a veces, tan necesarias para la felicidad de dos personas resignadas a engordar.

Todo parecía ir muy bien.

Pero hemos llegado a ese momento de la narración donde nos encontramos con un "pero". El de estos dos seres humanos fue la desconfianza, la incapacidad de preguntar, de manera abierta las dudas e interrogantes. El error fue suponer. Ella creyó que él, a pesar de la evidencia, era un hombre casado y sin atreverse a confirmar, se alejó porque mejor así, antes de comprometer aún más los sentimientos.

Él, al notar que ella le huía y lo evitaba, al constatar que no respondía sus mensajes, que no contestaba sus llamadas y que cada vez eran más escasos los momentos juntos, decidió tomar también otro rumbo.

Tiempo después él comenzó a salir con alguien, ella encontró a otro hombre. Cada cual pensó que sus caminos no se cruzarían. Hasta esta noche que se encontraron por casualidad en una discoteca. Están bailando, ya actualizaron los hechos de los últimos meses y se saben lejos el uno del otro. Tal vez podemos engañarnos a nosotros mismos, pero no a nuestros cuerpos: los de esta pareja que ya no es pareja se sienten aún cercanos, se saben aún los recorridos de la piel y el deseo. Lo que nadie sabe es que la canción que está terminando es la última oportunidad que tienen para repensarlo todo y tal vez seguir. Ambos dan un giro lento, suave, él le da las gracias, ella le sonríe, se van. Fragilidad.