domingo, 21 de enero de 2018

Historias de seres anónimos IV



Esos dos que bailan escondidos en el centro de la pista no son una pareja de novios o de amantes. Sí, lo parecen, porque se nota en la forma en que se miran, esa manera de moverse, esa cadencia y esa sincronía. Eso no es gratuito.

Bailan una salsa suave, una canción reservada para personas que tienen entre sí un nivel elevado de confianza. Pero estos dos en particular no son pareja. Pudieron llegar a serlo, pero eso es pasad, periódico de ayer que nadie procura ya leer.

Hubo muchas chispas cuando se conocieron. Alguien en común los presentó en un restaurante, intercambiaron números, se llamaron, se vieron, salieron. Las cosas parecían haber salido bien para quien actuó de celestina.

Pasaron varias tardes recostados en una cama comiendo chucherías, de esas que no nutren nada el cuerpo pero que son, a veces, tan necesarias para la felicidad de dos personas resignadas a engordar.

Todo parecía ir muy bien.

Pero hemos llegado a ese momento de la narración donde nos encontramos con un "pero". El de estos dos seres humanos fue la desconfianza, la incapacidad de preguntar, de manera abierta las dudas e interrogantes. El error fue suponer. Ella creyó que él, a pesar de la evidencia, era un hombre casado y sin atreverse a confirmar, se alejó porque mejor así, antes de comprometer aún más los sentimientos.

Él, al notar que ella le huía y lo evitaba, al constatar que no respondía sus mensajes, que no contestaba sus llamadas y que cada vez eran más escasos los momentos juntos, decidió tomar también otro rumbo.

Tiempo después él comenzó a salir con alguien, ella encontró a otro hombre. Cada cual pensó que sus caminos no se cruzarían. Hasta esta noche que se encontraron por casualidad en una discoteca. Están bailando, ya actualizaron los hechos de los últimos meses y se saben lejos el uno del otro. Tal vez podemos engañarnos a nosotros mismos, pero no a nuestros cuerpos: los de esta pareja que ya no es pareja se sienten aún cercanos, se saben aún los recorridos de la piel y el deseo. Lo que nadie sabe es que la canción que está terminando es la última oportunidad que tienen para repensarlo todo y tal vez seguir. Ambos dan un giro lento, suave, él le da las gracias, ella le sonríe, se van. Fragilidad.

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