jueves, 29 de mayo de 2014

I want to know what love is



A veces me cuesta entender qué es el amor, todos parecen saber de él, hablan de él, incluso yo mismo lo he mencionado bastantes veces creyendo alcanzarlo, tocarlo, sentirlo, vivirlo y... no sé ¿Es un sentimiento? ¿Es una fuerza de vida? ¿Es todo y es nada al mismo tiempo? ¿Es cielo y es infierno? ¿Es alegría y es tristeza? ¿Es darlo todo sin temor a perderlo? ¿Es no esperar nada de nadie pero al mismo tiempo esperando todo de la vida?

Y si el amor es fuerza y nos mueve y nos alienta y nos hace respirar y nos alegra y nos pone a suspirar... ¿Por qué cada vez parece costarnos más creer en él? ¿Por qué tememos amar de nuevo, entregarnos a esa posibilidad, a asumir la vida con otros ojos? ¿Acaso son tan fuertes y estremecedores los fantasmas del pasado? ¿Tanto dolor hemos vivido? ¿Por qué no creer? ¿Por qué hacerlo?

No sé en últimas qué es el amor y tampoco lo entiendo. 

Pareciera que en cada ser humano con el que nos relacionamos, con cada persona con la que decidimos darnos una (esa) oportunidad, pareciera, sí, que radica una definición diferente del amor, de lo que es amar.

Al menos tengo ganas de aprender de tu definición, tengo ganas de que me enseñes.

Que suene Foreigner, por favor. 

lunes, 19 de mayo de 2014

El sufrimiento es opcional.




La vida es una inevitable y larga cadena de decisiones. A cada instante tenemos qué tomarlas, al levantarnos decidimos qué hacer primero, qué desayunar, incluso si hacerlo o no, cómo solucionar problemas. Los hechos más simples de la vida cotidiana se ven atravesados por decisiones. Incluso, lo que no podemos controlar, lo que deciden los demás, se ve afectado por nuestras decisiones... entonces si alguien nos hiere, uno elige si sufrir o qué. El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional.

martes, 13 de mayo de 2014

Con temor a todo



La naturaleza de nosotros, los seres humanos, es contradictoria. Terminamos una relación y quedamos prevenidos ante el mundo, ante las excusas, ante el dolor, ante el sufrimiento, la tristeza, la desidia, la desazón. Y nos da miedo, vemos en los ojos del otro el dolor que alguien, en un pasado (cercano, mediano, lejano, eterno, no tan olvidado quizás) nos causó. Tememos embarcarnos entonces en una causa, en un viaje que nunca podremos conocer ni su rumbo ni su destino. Y el futuro podrá estar lleno de quizás y de varios tal vez, al igual que de peros, aunque, y si... pero igual tememos. Tememos porque nuestra vida está llena precisamente de eso, de futuro, de ansiedades. 

Aun así, ante ese panorama, igual seguimos. 

Porque lo importante no es haber caído, sino aprender a cometer otros errores, aprender que el otro es otro, no el mismo, no la anterior, no la de siempre, no el de antes, es otro, otro ser humano, con todo lo que eso significa, circunstancias diferentes, temores nuevos, traumas, certezas, sonrisas, instantes, todo diferente. Y si no fuera así no tendría sentido conocer a alguien, que te robe suspiros y momentos del día, que te haga sonreír por cosas, detalles; con la ansiedad de todo, con ganas de crear instantáneas, de robarle minutos al tiempo para esperar sentado, mientras el viento se te enreda en los cabellos y todo. Aún así seguimos, en esta incertidumbre de conocer al otro, sin nada de certezas, tan solo la esperanza, con temor a todo.

lunes, 12 de mayo de 2014

De recuerdos, juventud y otras variables



Es factible que a todos los seres humanos en el mundo alguna vez en nuestra vida nos hayan dicho: "te quiero pero solo como amigo/a". (Sí, a las mujeres también les pasa, en menor medida, pero les pasa). De la friendzone, la famosa y aclamada zona de amigos, nadie escapa. Y es que al oír frases como "no entiendo porqué los hombres no pueden ser tan especiales como tú", se sabe que ya está más allá que de acá.

Este ejercicio de inviabilidad que hago el día de hoy, esta reflexión inicial, parte porque hace poco en uno de mis momentos de ocio trataba de pensar cuando fue la primera vez que me mandaron a la friendzone. Y oh, no supe responderme. Podríamos decir que apenas iniciamos nuestra vida amorosa nos mandan a la FZ (para abreviar). Según la aleatoriedad con la que la sinapsis de mis neuronas trataron el hecho, recuerdo que yo (si, yo, increíble pero cierto) mandé primero a alguien a esa zona, antes de ser enviado allá.

Estaba en noveno grado, tendría unos 14 o 15 años si mal no estoy, y era el muchacho nuevo, el que había ingresado al colegio. Llevaba algo menos de un mes cuando una nena de mi salón comenzó a gustarme, y no quería decirle nada porque no sé, los seres humanos somos así, penosos, idiotas, caóticos e incoherentes. Y tímidos. Y Johanna, una amiga de ese entonces, conversaba mucho conmigo, y recuerdo que alguna vez dije algo así como "los que estamos solos deberíamos juntarnos todos y hacer una especie de club" (desde jovencito y ya era un buen forever alone). Pues bien, ese solo comentario fue leído de manera errónea por mi amiga, que creyó que yo estaba insinuando algo, la posibilidad de pasar más allá, sin considerar que yo dije lo que dije, mirando a la nena que en ese entonces me gustaba y a la que no era capaz de hablarle.

Pasaron los días y Johanna me entraba cartas, esquelas, credenciales (de esas bonitas, de perritos), chocolates, afiches, y yo, gran pendejo puberto, solo veía en eso, detalles de un gran amiga. Hasta que un día ella preguntó por la fecha de creación del tan esperado club de gente que esta sola... yo, sonrisa nerviosa, esquivé con decoro el tema, le dije que éramos amigos, que eso era broma. Y así la mandé para la FZ. Así se quedó todo.

Pero la venganza vino después, en décimo. Y no vino de manos de Johanna, no. A inicios de ese año escolar conocí a Alejandra y sí, nos caímos muy bien, andábamos para muchas partes juntos, hacíamos planes, cosas. Y bueno, uno no es de palo, y a esa edad es más un caldo hirviendo de hormonas, es más acné que persona y ella me gustó. Creería que por parte de ella también pasaba lo mismo, no sé, a veces pasaban cosas que parecían indicarlo.

Hasta que un buen día me decidí, le dije que me gustaba, que me encantaba, que pensaba en ella de otra forma y que quería tener algo con ella. Alejandra no dijo nada, la salvó la campaña, se despidió de beso y dijo que lo quería pensar. Días después me entregó una carta (recuerdo que se había esmerado bastante dibujando un garfield) y en ella me decía que sí, que yo le gustaba, que la pasaba genial conmigo, que ella también se preguntaba por lo mismo, que a veces se le pasaba por la cabeza tener algo conmigo pero que luego de mucho pensarlo, decidió que no, y remató con la peor frase con la que me han mandado para la friendzone (tanto me marcó que la recuerdo así, con exactitud): "los novios terminan algún día, los amigos son para siempre ¿Qué quieres tú?".

Y ante semejante baldado de realidad no supe decir nada. Quedó por unos días un sinsabor, pero luego lo fui superando. Pasé a once, Aleja a décimo, y a pesar de que todos en el colegio creían que ella y yo éramos novios por todo el tiempo que pasábamos juntos, por andar a veces tomados de la mano, por todo, no, no lo éramos. Ese año, a pesar de ser amigos y todo eso, nos besamos en varias oportunidades. Raro.

De esa época aprendí entonces dos de las reglas de mi vida. La primera es que el karma es una perra vil, desalmada y veleidosa. Y dos... que a las mujeres nadie las entiende. La última parece ser una ley universal.

jueves, 1 de mayo de 2014

Y entonces la beso



Y entonces la beso y es como si me refrescara por dentro, por fuera, como si me revitalizara, como si poblara mis calles con sus duendes, sus hadas, sus libélulas; como si su sonrisa se me enredara en alguna parte y la llevara conmigo, dentro mío, al lado mío, conmigo.

Y entonces la beso y me lleno de aire y respiro, inhalo y exhalo, y la beso y oh, la vida parece resumirse en eso, en apenas ese instante, y está ahí y estoy ahí y nuestro beso y suspiro y sigue ahí, conmigo, enredada en mí, conmigo.