Hola Diego Alejandro de 5 años.
Tal vez estés triste porque hace poco se murió nuestro abuelo. Hoy, a unas semanas de que cumplamos 37, quiero decirte que ese día es uno de los más nublados y tristes de nuestras vidas. Siempre nos vamos a preguntar en nuestros momentos felices si él va a estar en alguna parte mirándonos. Y sí, en su momento sabremos que lo está.
Estás en un momento único e irrepetible. Muchas de las cosas no vas a entenderlas ahora, pero más adelante tendrán sentido (créeme, a mi edad aún no logro entender algunas de ellas). Cuando la abuela María se sienta a ayudarnos a parar los muñecos de Yupi y separarlos por colores, mezclarlos y volverlos a agrupar, nos enseña a clasificar el mundo, a darle forma y orden. La abuela será la entrada a un mundo mágico que sabes que existe, un mundo de formas, sombras, encantos y saberes que parecen ir en contra del mundo racional que hoy habito (pero tú y yo sabemos que ambos existen pacíficamente y en el fondo no riñen entre sí).
En algún momento vas a pensar que el mundo de los adultos es aburrido, y sí, tienes razón. Peleo para que no sea así. Por eso leo muchos libros y cómics, paso horas jugando Nintendo y armo muñecos de Lego, de esta forma sigues viviendo dentro de mí. Quiero decirte además que hace poco descubrí que el sabor de los cholados y raspados me lleva a nuestra infancia, cuando la tía Pepa nos llevaba de paseo y nos gastaba uno.
Hoy tenemos un compañero de aventuras: nuestro sobrino que nos reconcilia con la vida. Con Matías armamos espadas de cartón para vencer a unos demonios invisibles; nos tiramos en el suelo a dibujar gatos, monstruos y ciudades; él baja nuestros libros de la biblioteca y arma castillos que protegen del ataque de dragones; se acuesta a nuestro lado para que juntos veamos televisión.
Tu y yo hemos logrado muchas cosas, hemos alcanzado sueños que parecían imposibles. Solamente no dejes de creer.
Aún vives dentro de mí.
Yo, es decir tú, pero a los 36.