martes, 13 de mayo de 2008

La eterna espera de todos los domingos

Estoy sentado frente a ti, como cada semana, cuando te dedico una de mis tardes libres, la única que tengo. Hoy es un día soleado; después de varios días de lluvia y cielos nublados por fin el sol dejó asomar sus rayos para regalarnos una espléndida.

Tengo en mis manos un ramo de rosas rojas pero no sé si lo notas, no sé si te importa. Sé que no debí dejarte sola durante tanto tiempo, no me di cuenta de que en cualquier momento te irías sin avisar y yo me quedaría más solo, con la compañía de tu ausencia, extrañando tu presencia en cada rincón donde solías estar. La única certeza que tengo es que ya no puedo hacer nada, que tu partida es algo que no tiene solución, que por más que yo quiera no vas a regresar. Aun así, frente a ti cada semana con un ramo de flores en las manos espero a que me hables, espero que me perdones. Pero no, hoy tampoco vas a hablarme. Y miro el reloj, veo que son las cinco, le doy un último vistazo a tu tumba y caminando lento me voy del cementerio.

1 comentario:

Angélica dijo...

Ayer leía en otro blog que uno va muriendo a pedazos con cada entierro y me acuerdo tmb del Efecto Zeigernik, lo inconcluso que nos tiene esperando eternamente.