jueves, 15 de noviembre de 2012

En defensa del niño interior

 
La rutina. La rutina parece ser el enemigo de cada ser humano. Dedicarse a hacer lo mismo, en un ciclo repetitivo, día tras día, semana tras semana, nos vuelve más opacos y hace que perdamos la capacidad de asombrarnos de las cosas sencillas de la vida.De eso hablo cuando me refiero a no perder mi niño interior.

¿Recuerdan cuando de niños muchas cosas nos parecían magníficas? ¿Recuerdan cómo disfrutábamos de los pequeños placeres de la vida? Un helado, jugar con el viento, acostarse a leer un libro, disfrutar de un abrazo: delicias de la niñez.

Vale la pena recordar esas cosas que a cada quien le dan gusto. En mi caso leer un cómic y emocionarse porque Superman o Los X-Men se están dando duro contra el villano de turno, poder disfrutar de una tarde de videojuegos, leer bastante y también maravillarse al ver un colibrí o una de las tantas ardillas en el campus de la universidad son cosas que alimentan a mi niño interior, un niño que no quiero que desaparezca de mí. 

¿Cuándo fue la última vez que disfrutaron de una guerra de almohadas?


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