Uno de esos gustos descubiertos tardíamente por mí es el de cocinar. Mi mamá y mi tía siempre me dijeron que como hombre no debía depender de una mujer para que me cocinara, que cocinara por mi cuenta, que si un día me iba a vivir solo o a otra parte donde no tuviera cerca alguien que cocinara por y para mí, pues yo supiera hacerlo.
Pero tener nociones básicas de cocina no significa que a uno le guste cocinar. Si bien desde mi adolescencia sé hacerlo, fue luego cuando adquirí gusto por esto. Tal vez los orígenes este gusto se encuentren cuando en las vacaciones de la universidad mi mamá me dejaba dinero para hacer el almuerzo de mis hermanos, y entonces buscaba hacer cosas diferentes cada día, que no fuera la misma carne, los mismos fritos y nada de variedad.
A veces veía Gourmet Channel para ver nuevos platillos, para conocer otros ingredientes o, a partir de lo que los chefs preparaban, experimentar con otros sabores. Aún lo hago. A veces basta con picar unas cuantas verduras, pimentón, cebolla, habichuelas, zanahorias, tal vez jugar con los condimentos y la carne, o pensar en cómo variar una salsa que acompañe un platillo para que cocinar, lejos de ser una tediosa labor casera, se convierta en todo un placer.