miércoles, 7 de enero de 2015

Hola 2015



Como es habitual en este espacio virtual (creo, no estoy seguro), a finales del año o principios del siguiente, se hace un balance de lo que fue o significó ese año. Pues bien, siendo fieles a la tradición, es hora de sintetizar en unas cuantas líneas todo lo que fue, en esta ocasión, el 2014 para mí.

Uno de los principales aprendizajes del año pasado fue aprender a vivir dejando fluir las cosas, a soltar las riendas de la situación y mejor dejarse sorprender de lo que la vida va soltando en el camino. A simplemente no esperar que los demás hagan las cosas que uno espera que hagan, no esperar que digan, que hagan, que sientan, en ese sentido, ser más bien el agente del cambio y actuar. Así de sencillo.

Y también a soltar, aprender a soltar, a dejar ir. Dejar ir es también parte del dejar fluir. Soltar las ataduras y las amarras a aquello que nos ata, que no permite que avancemos. Entonces un día despertás con la claridad mental de aquello que te ata (o eso a lo que querés seguir aferrado) y justo ese día, ese sábado, la vida te premia con una epifanía, con un instante único, con un momento inigualable e irrepetible y sí, te das cuenta que debés abrirte a la vida.

Instante de epifanía en este caso: ver posarse por unos segundos un colibrí en una de las cuerdas de colgar la ropa en el patio de tu casa.

Y a partir de ahí soltar lo que te lastimaba.

Y a partir de ahí entender que la vida, el destino o el azar o lo que sea tiene más y mejor.

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