En la última semana he visto a una nena muy linda mientras voy camino al trabajo. Aunque decir última semana es mucho, tan sólo llevo viéndola dos días. Pudo haberse subido antes en el mismo bus que yo, pero ayer vine a notarla, quizás porque ahora salgo 15 minutos más tarde de lo acostumbrado o porque ayer nuestras miradas se cruzaron.
Por lo general voy escuchando música en mi
iPod mirando por la ventanilla, mientras pienso en los dilemas que surgen a diario o, como suelo hacer desde que estaba muy niño, con la mirada pérdida en el asfalto dejo que mi imaginación use sus alas. El caso es que ayer,
por X o Y motivo, vaya uno a saber por cuál razón del destino, levanté mi mirada y noté que me miraba fijamente. Pocos segundos bastaron para que esa nena (porque es joven, creo que no tiene más de 20 años) se llevara toda mi atención. En varias oportunidades nuestras miradas se encontraron, breves instantes. Lastimosamente se bajó antes que yo, guardaba la esperanza que las casualidades de las comedias románticas hubieran permitido que nos
bajáramos en el mismo lugar, darle la mano y comenzar una charla corta, quizás un
cuidate, quizás "este es mi número de celular".
Hoy volvió a subirse.
Llevaba el mismo abrigo color violeta que traía puesto ayer, el mismo maletín rosado y sucio, los mismos ojos expresivos y alegres, el mismo cabello negro, los mismos dientes blancos que se asoman cuando sus labios sonríen. Yo venía sentado, ella de pie entre la gente. Esta vez se hizo cerca del puesto donde me encontraba, en un par de ocasiones nuestras miradas se encontraron de nuevo, quizás hubiera pasado algo más de ahí pero mi timidez me lo impidió, no fui capaz de decir algo, de darle mi puesto, de pedirle el maletín para cargarlo por ella, nada, silencio absoluto. Ella volvió a bajarse antes de tiempo y mi falta de valor me impidió saber al menos como se llamaba