viernes, 6 de marzo de 2009

La Casa a Solas


Apenas se sintieron solos subieron corriendo a la habitación de ella. Hacía varios días en que no estaban juntos y ya se deseaban con ansía. Antes de cerrar la puerta él le preguntó:

- ¿Segura que se demoran?

Y ella, evitando las respuestas, lo besó con pasión en los labios mientras tomaba entre sus manos el cabello del joven que tenía enfrente, lo agarraba, lo besaba. Con el desespero de un par de amantes que no se ven durante años, ella tocaba cada parte de su cuerpo mientras él le acariciaba la espalda como le gusta. Pero por un leve instante ella apartó sus labios, vaciló un momento.

- Esto está mal. Vos lo sabés…
- ¿Tú crees que es momento para remordimientos? Eso nunca te ha importado.

Bastó ese argumento para que reviviera el deseo que por segundos se había espantado. Se besaron de nuevo, dando tumbos entre las cosas de aquel cuarto fueron buscando la cama. Por el camino se quitaron la camisa, la blusa, se desabrocharon los pantalones y se los bajaron. Al caer en el colchón, un leve susto, un “¿Te golpeaste? ¿Te hiciste daño?”, pero no, no importa, nada de eso interesa, el caso es que alguien puede llegar en cualquier momento e interrumpirles su instante de amor. En medio de las caricias y de la tentación, ella abrió el cajón de la mesa de noche, buscó un condón y se lo pasó.

- Hazlo ya, no me aguanto más.

Con cuidado abrió el empaque, se puso el condón y embistió a la muchacha. La intensidad de los besos aumentó, se cogían del pelo, del cuello, del pecho, las nalgas, las piernas. Él se sacudía con ímpetu y ella, con los ojos cerrados, no dejaba de jadear como suele hacerlo cuando está a su lado, como suele hacerlo cuando está con él porque sólo él sabe hacérselo. Cada vez más aumentaban el ritmo, el cuarto a oscuras, algunas estrellas en el cielo, un olor a sudor tibio en el recinto y de repente sus uñas se entierran en la espalda, un quejido dulce y placentero, un suspiro que se prolongaba, y un par de cuerpos que se quedan tendidos en la cama.

Aún semidesnudos él la acaricia delicadamente mientras le da besitos en las mejillas. Ella se gira, lo abraza.

- Ayer escuché como lo estabas haciendo con ella…
- Sí… lo siento… pero pues… te vi cuando el otro te estaba metiendo mano debajo de la mesa esa vez.
- Le he dicho que no lo haga. Me molesta.
- Y por cierto… te vi haciéndole sexo oral esa noche que se fue tarde.
- ¿Acaso tú vives vigilándome todo el tiempo? Tú también estás con esa, sus chillidos me hacen imaginar lo que le estarás haciendo…

Él, con el dedo índice en los labios de ella, le dice que guarde silencio. Y la besa delicadamente. Y la muchacha, aún en sus brazos, dice:

- Tú sabes que a pesar de que yo esté con otros hombres yo siempre te voy a querer…
- Y tú sabes que pueden haber otras en mi vida. Pero yo a ti no te cambio nunca. No seas tontita.

Entonces, cinco minutos después, se levantan de la cama y se visten. Se acomodan la ropa.

- Dale rápido… que no demoran en regresar mis papás. Y mi novio está por llegar también.
- Yo también quedé de verme con mi novia hoy.

Y se besan de nuevo. Se miran a los ojos. Y como ya es costumbre varias veces a la semana el par de hermanos no se miran con la misma inocencia de siempre.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Recuerdo la primera vez que leí este texto y aún lo sigo pensando. Al inicio es todo: jum! yummy! Al final ya sólo me digo: las vueltas que da la vida...qué cruel realidad!

Miyara.