De un tiempo para acá tengo la fuerte sensación de que todo ha cambiado, de que el mundo a pesar que sigue igual ya no es el mismo. Las cosas parecían ser diferentes al principio, las emociones eran más intensas.
Quizás sea la edad, veintiseis años vienen cargados de muchas cosas. Te das cuenta de que el amor es distinto a lo que plantean las telenovelas o las comedias románticas que de cuando en cuando ves a solas en tu cuarto, amar es al parecer todo lo contrario a las mariposas en tu estomago de adolescente, amar es algo similar a la cotidianidad, a la costumbre, al querer estar con alguien a pesar de que ya nada te sorprenda.
También parece que las cosas se encogen, como cuando pasas por aquel colegio campestre donde estudiaste hace tiempo la primaria y ves esa cancha que en ese entonces parecía eterna, gigantesca, y ahora no te parece más grande que cualquier cancha de futbol de tu barrio.
Y así, un día te despertás sintiendo que todo a tu alrededor ha cambiado, a pesar de que todo huele, sabe y se siente igual... porque lo que tocan tus dedos no parece ser lo mismo, y pensás si es aire lo que respiras al puro estilo de Matrix y no sabes si elegiste la pildora azul o la roja, el mundo no es el mismo, no sabes en que estación se detuvo y vos te bajaste sin saber luego para donde coger.