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Las relaciones humanas son complejas. Bastante. Pensemos en dos seres, un hombre y una mujer. Son afines, podría decirse que se gustan, son compatibles. Esto bastaría para crear una historia de amor y romance muy sencilla: se conocen, salen, disfrutan de la vida, se conectan, discuten, se distancian. Feliz, feliz final o se alejan en definitiva. Pero no, no es el caso de estos dos seres.
Por un lado, digamos, las cosas no son tan sencillas: ella tiene novio, parece amarlo, parecen llevarse bien. Los fines de semana se quedan juntos, parecen uno de esos matrimonios de gente joven, que asumen la vida poco a poco, como se vaya presentando.
Y nuestro hombre... parece estar cómodo en su mundo de soltería. No porque viva en un mundo de desenfreno, en una debacle de lujuria y pasiones exacerbadas. Al contrario, su mundo parece muy calmado así, sin los afanes de una relación, de alguien demandando atención, y aunque asume que su posición es algo egoísta, así es el momento de la vida en que se encuentra.
La cuestión es que esta mujer le atrae. Es linda, es buena lectora y puede pasarse conversando con ella gran parte del día. Eso le encanta en una mujer: que pueda estar con ella sin que sienta el andar del reloj. Ese olvido del tiempo, del espacio, del mundo exterior, tan sólo ambos compartiendo por instantes este paso por la vida, es clave para él.
Ese otro que existe en la vida de ella es una sombra, una presencia que está ahí, en medio de los dos, los observa (sin saberlo) e impide que ellos, el hombre y la mujer que protagonizan este relato, den el siguiente paso, el que todos esperan se dé cuando un hombre y una mujer cualesquiera se atraen.
Ambos salen, comparten un instante de café, risas, libros, películas para ver en un momento determinado y anécdotas, de esas que suelen abundar cuando los seres humanos no se han privado de vivir, sí, como debe ser.
Y la despedida, decirse adiós con un beso en la mejilla cuando en el fondo lo que anhelan es un beso intenso, comerse los labios, abrazarse, abrasarse. La despedida es ese momento que los regresa al mundo, al aquí y ahora, para recordar que no pueden tenerse, que las circunstancias actuales los obligan a ser tan sólo amigos.
¿Y por qué ella no deja a su novio? Por el cariño de lo construido a lo largo de los años, los momentos, la sensación de bienestar, lo conoce y a pesar de que el amor no arde con la misma intensidad, no se traiciona de buenas a primeras lo que es querido.
¿Y por qué no tienen un romance a escondidas? Por que tienen miedo a que los descubran, a enamorarse, a comprometerse. Incluso, a perder la amistad que tienen.
Así están, sintiendo que les falta un poquito de todo cuando se despiden, sintiendo que ya nada es necesario cuando están cerca. Él con su miedo al compromiso piensa en ella. Ella piensa en esos dos hombres y no sabe qué hacer.
Las relaciones humanas son, de lejos, bastante complejas.