martes, 10 de octubre de 2017

Historias de seres anónimos I

La imagen es de acá

Digamos dos seres humanos, un hombre, una mujer, que tienen en común que son lectores desaforados. Se conocen de forma circunstancial, tal vez en algún comentario en un foro, por el tipo de contenido en alguna red social, algo de ese tipo. Lo importante es establecer que así fue el primer contacto que ambos tuvieron: virtual.

Mensaje va, mensaje viene. Todo parecía indicar que eran muy afines por que es fácil hablar de libros, es lindo encontrar a alguien que también sienta fascinación por las letras. Tal vez en el fondo ambos son un par de personas solitarias que se refugian en los libros por que no encuentran su lugar en este planeta o este es un sitio estremecedor y complejo. No sabemos a ciencia cierta la causa, la razón para que se lleven tan bien.

Llegó el día en que decidieron salir y tomar un café, para pasar del contacto virtual al físico. Sí, lo normal en estos casos: ansiedad, algo de susto, algo de nervios. Ella no sabía qué ponerse, él no sabía qué decir. La cuestión es que se encontraron y... no, no hubo chispa, esa chispa que tenían tanto. La conversación no fluyó, los silencios fueron más que incómodos, desesperantes. Al final se despidieron con una desazón y una angustia atravesada en la espina dorsal. 

De vez en cuando se saludan y se preguntan un par de cosas, por mera cortesía. Nada de romance, libros o cosas de esas.

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