domingo, 15 de octubre de 2017

Historias de seres anónimos II



Un hombre está tranquilo en su apartamento. Escucha música, de ese tipo que invita precisamente a la calma. Este hombre tiene cerca de 40 años, no es lo que se dice alguien atlético, pero al menos no está pasado de kilos. Su pelo está pintado de algunas canas, que no son pocas, pero no interesa saber con exactitud cuántas, solo que nos baste con saber eso.

Nuestro hombre en cuestión está recostado en la cama, escuchando música. Y suena el timbre.

Acaba de llegar la mujer con la que está saliendo, aunque sea más apropiado decir que ella tiene una aventura con él. Ambos trabajan juntos, ella es la asistente administrativa de la oficina, tiene 22 años y tiene novio. Por eso prefieren evitar las demostración de afecto en público. Nada de sonrisitas coquetas ni miradas furtivas, nada de celos ni comportamientos que los pongan en evidencia ante los demás. Es preferible que crean que se llevan muy bien a que anden circulando voces, habladurías, chismes. Es mejor evitar.

Se acuestan, se besan, dan vueltas en la cama, se acarician. Los amantes no tienen un orden para el deseo, se dejan llevar por lo más básico y primario de sus instintos. Se buscan, se anhelan. Tal es el ardor de la llama de lo prohibido, arde con fuerza porque teme el momento de su extinción.

Una vez saciada su necesidad, los besos, caricias y jugueteo, se quedan recostados uno al lado del otro, en ese silencio cómplice del deseo mutuo.

- Tengo la ligera impresión de que le gusto a Víctor.
- ¿Por qué dices eso?
- Es que a veces siento que me mira diferente, como me dice las cosas...
- ¿Tú crees?
- Además... a veces tiene detalles conmigo.
- La secretaria también tiene detalles conmigo y eso no quiere decir que ella esté interesada en mí.
- No es eso en sí. Es cómo lo hace, a eso me refiero.
- ¿Y cuál es el problema con todo eso?
- Pues que no quiero tenerlo encima mío todo el tiempo, rondándome, hablándome, invitándome a salir.
- ¿Y? ¿Acaso es mucho problema evitarlo, decirle que no, dejarle las cosas en claro?
- Eso no es problema, es que...
- ¿Qué?
- Pues que me da la impresión que al rechazarlo va a insistir más y más y capaz al final se dé cuenta de esto entre vos y yo.

Nuestro hombre antes de que la joven siga exponiendo su lista de temores, antes de que el miedo se apodere de ella la besa para espantarle las nubes. Se quita la camisa y le dice, así, entre besos, con el arrebato de las manos que recorren la piel, que no piense en eso, nada va a pasar, para eso son precavidos y cautelosos, ya verían, nada malo iba a suceder. Con frecuencia Dios protege a los pecadores.

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