lunes, 23 de noviembre de 2015

Vencer los radicalismos



El post de hoy parte de varias cosas y una reflexión.

Siempre he pensado que dar un regalo es, desde lejos, algo complicado, porque soy de los que piensa que no se regala cualquier cosa, lo primero que se encuentra por ahí, en cualquier lado. Dar un regalo, requiere una planeación, pensar qué voy a dar, barajar varias opciones y combinaciones posibles, dulces, cosas de esas.

Ahora, la cosa se complica cuando en el detalle quiero dar algo de mí, cuando quiero compartir una parte de mí con alguien , cuando quiero entregar y mostrar un pedazo del universo que habito. A mi hermano le regalé para su cumpleaños un llavero lego del Joker; hace poco regalé un cómic que me encanta. Es decir, no a cualquiera se le entrega una muestra del universo que uno habita, no.

Pues bien, hace poco recibí un regalo de cumpleaños atrasado (unos dos meses tarde). Una amiga que trabaja en el mismo edificio donde queda la oficina, pero diferente dependencia. Me dio un libro de Paulo Coehlo, que es un autor que en los 32 años de existencia no he leído, que no me he interesado por seguir su pista.

Supongo que ella, al igual que hago yo, pensó en compartir conmigo algo de su ser.

Fue en ese momento que a mi mente vino un recuerdo: hace unos doce o trece años, en una clase de análisis textual la profesora, una intelectual acérrima, de esas que en su juventud fue bien hippie y liberal, ella, esa profe, una buena mañana dijo que con la edad se iban perdiendo los radicalismos y un día cualquiera uno se descubría leyendo autoayuda.

Entonces decidí ser flexible ante mi amiga, aceptar que, aunque yo no compartía ni gustaba de ese autor, ella estaba compartiendo algo de sí misma. Y recibí el libro. Espero sacar el valor y leerlo pronto, así sea mientras espero que me atiendan en el médico. O tal vez en diez o veinte años, cuando sea mi turno de vencer mis radicalismos. No sé, vamos a ver.

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