lunes, 2 de noviembre de 2009

La Herencia de los padres

En la infancia ellos eran nuestros héroes. Llegaban a las casas y salíamos a recibirlos con los brazos abiertos, sonrisa de oreja a oreja, para darles un abrazo y decirles que los extrañábamos. Pero crecimos y comenzaron a ser en muchas ocasiones los villanos de nuestras vidas, unos tiranos que no nos comprendían. Ahora, con el paso de los años y de nuestras hormonas, nuestros padres se revelaron ante nuestros ojos como los seres humanos que son.

Muchas veces, sin darnos cuenta, ya de adultos nos sorprendemos usando la frase “es que mi mamá dice que…” o “mi mamá siempre ha dicho”. Aún más, yo mismo me he sorprendido usando las frases que usaban conmigo.

En estos días me sorprendí a mi mismo diciendo “es que la vaca nunca recuerda cuando fue ternero”, y varias veces he dicho “la que nació para puta desde chiquita se mete el dedo”. Sin pensarlo, he hecho gala de esa herencia que mis padres me han dejado, ese legado inmaterial que dejaron en mí, así como todos deben haberlo hecho.

Sin pensarlo, un día mientras iba en el bus, pensé que soy el reflejo de ellos, el malgenio de mi papá, las manías de mi mamá en la cocina (tener todo limpio, ordenado, lavar todo apenas se usa, odiar tener las manos sucias), dormirme frente a la tele cuando estoy muy cansado como lo hace mi papá, detestar que se me mojen los pies como a mi mamá (aunque yo detesto que se mojen las medias) y quizás más cosas que descubriré en otro momento.

Y sí. Soy diferente a ellos, muy diferente, siento que soy el fiel reflejo de mis padres, que superada hace rato la etapa de la adolescencia (al menos física) llegué al punto donde siento que volvieron a ser mis héroes, pero unos héroes humanos, sin capa ni trajes virtuosos.



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