viernes, 6 de marzo de 2015

Inexactitud del tiempo

Hoy, mientras buscaba unos archivos en mi memoria usb, encontré algo que escribí hace ya un buen tiempo, en el 2008. Tras sufrir un par de modificaciones, un par de líneas que decidí había que pulir, sentí que quería publicarlo. Porque como recientemente me enseñó alguien, "al pasado hay que honrarlo".



Los cuentos de antes empezaban con “había una vez” o “érase una vez”, para indicar un tiempo y un lugar distantes y remotos, incalculables. Así mismo debería empezar esta historia.

Hubo una vez en que tú y yo fuimos felices… hubo una vez en que tú y yo solíamos ser muy buenos amigos, en que las cosas fluían naturalmente; en que los extraños mecanismos del universo se movían a un solo ritmo, en una misma danza sutil e imperceptible; unos días en que los minutos florecían y dejaban un aroma en el aire que sólo unos cuantos podíamos sentir.

Hablo de esos días cuando llegaste a mi vida. Yo acababa de romper con alguien y me encontraba en ese momento en el que uno se siente más solo que nunca, más desadaptado del mundo y sin nada qué hacer. Exactamente, para ser más precisos, tú ya estabas en mi mundo desde cinco o seis años atrás, pero fue en ese punto cuando tu existencia cobró fuerza en mi desolada existencia.

Caminar contigo, estar a tu lado era someterse a vivir una experiencia salida de un musical, porque todo era único, mágico y diferente… la gente alrededor parecía bailar y entonar la misma canción. El más pequeño comentario, un leve gesto, un tropezón imperceptible, una disimulada equivocación o un incómodo silencio daban paso a nuestras carcajadas prolongadas que provocaban que quienes nos rodeaban nos miraran como un par de orates, chiflados, locos.

Nuestra amistad era eso y más ¿Cómo explicarle al mundo que jamás corrimos el velo ante nuestros ojos? ¿Cómo decirles que no sabíamos que de fondo había más? La gente nos preguntaba si éramos novios y siempre respondíamos que no, tan sólo somos los mejores amigos del mundo…

Quizás esa era una forma de mentirles a ellos, y sobre todo, a nosotros mismos.

Nuestra amistad era como una de esas telas que se van deshaciendo al halar un hilo… dejamos una pequeña hilacha suelta y al tirar de ella nuestros verdaderos sentimientos se fueron desprendiendo. Fue a partir de esa noche cuando llegamos ebrios a tu casa, cuando nos recostamos en tu cama a charlar y te besé… fue a partir de ese instante en que nuestros corazones se abrieron como la caja de Pandora y dejamos salir lo que atesorábamos sin saberlo.

Al principio te daba asco pensar en tu mejor amigo y tú, en la cama, en la madrugada… pero esos encuentros se hicieron recurrentes, y las caricias disimuladas, el contacto, el comentario con doble sentido… entonces sí, comprendimos que todo encajaba perfectamente, que nos habíamos enamorado sin intuirlo, que quizás si nos acoplábamos tan bien era por ese motivo. Tantas cosas, tanto tiempo.

Pero no todo fue perfecto…

Enamorarse de tu mejor amiga tiene sus ventajas… y sus desventajas también.

Como me conocías por completo temías de que fuera un capricho mío, algo momentáneo y pasajero. Te dio miedo perder al que considerabas uno de los seres más importantes de tu vida e intentaste frenar con todo. Yo no te lo permití… ya habías entrado de lleno en mi vida. Así muchas veces mientras hacíamos el amor, tú preguntabas si te quería y mi respuesta, cargada de una ternura nacida solamente para tus oídos, te llenaba de colores los oídos, de aromas las manos, de susurros la nariz. Y te aferrabas a mí tan fuerte que pensaba que de esa manera tratabas de que las palabras no se escaparan de tu lado.

Aún así… el miedo nunca se fue. Una y otra vez tuve que decirte que no era como creías.

Temías que al final me alejara de tu lado y te hiciera daño…
Al final de todo lo hice…

Ambos cambiamos. Me hiciste creer que todo lo habías hecho por conservar la amistad, que me besabas tan sólo porque me gustaba. Según tú poco disfrutabas de mis besos… pensé que no eras feliz conmigo, por eso me aparté del camino, para que encontraras tu felicidad con el sacrificio de la mía.

Es posible que mi error haya sido alejarme sin decir nada, sin buscarte para al menos darte una explicación o pedirte una. Por comentarios de la gente ne enteré que estabas bien… nadie dijo nunca que sufrías por dentro, tal vez porque jamás le demuestras al mundo lo que verdaderamente sientes.

No sé como reaccionaste cuando supiste por otra persona que ya había conocido a alguien y que salíamos. Había pasado un mes desde que pensé en alejarme de tu rumbo y ser sólo tu amigo. No sé si lloraste, no sé si sufriste… pensé que eso era lo que querías cuando me decías que buscara a otra mujer…

Por eso esta historia debió comenzar con el típico “érase una vez”, porque hubo un tiempo en que fuimos felices y ya no, porque hubo un nosotros en lugar de tú y yo por separado… porque ese “érase una vez” representa el tiempo inexacto y el lugar perdido en el espacio en que estuvimos unidos.

¿Ó lo estamos?

Porque aún te busco… porque te robo besos a la fuerza… porque no haces mayores esfuerzos por librarte de mí presencia… porque sin importar si estoy con alguien deseo regresar contigo…


Y ahora yaces a mi lado sin moverte… cualquiera diría que acabo de matarte impulsivamente para terminar con todo. Pero no. Esta no es una historia de asesinos, sino de profanadores de amores enterrados sin haber muerto; es una historia de la manera en como las circunstancias alteran en pocos meses una amistad de muchos años. Si, estás a mi lado durmiendo semidesnuda y yo te abrazo y te acaricio. Sé que jamás me voy a alejar de ti porque por más que intente somos un círculo vicioso; como una cinta de Moebius que al empezar una línea que recorra la figura siempre regresa al punto de partida; somos como un deja-vú sentimental que sucede en el tiempo una y otra, una y otra, una y otra vez.

No hay comentarios: