lunes, 5 de septiembre de 2016

Algo que aún no sabemos



Imaginemos juntos una situación, amigo lector. Una tarde un hombre de 30 y algo sale a encontrarse en un centro comercial con una amiga con la que no se ve hace un buen tiempo. No importa el nombre de este hombre, tampoco importa su apariencia, que nos baste con crear una imagen de él a partir de unas pocas coordenadas o instrucciones: digamos que no es feo, no es alto, no es atlético; es, por así decirlo, un hombre que pasaría por nuestro lado y no llamaría nuestra atención.

Entonces este hombre sale de trabajar y va a encontrarse con su amiga. Pero esta amiga no está sola, la acompaña una mujer de 20 y algo, casi treinta. Andan juntas porque es una de esas tardes en las que las amigas aprovechan que pudieron salir temprano y se fueron a recorrer vitrinas, tomar algo y charlar. Fue en el transcurso de esa tarde que la amiga en común llamó a nuestro hombre y quedaron de verse.

Y así como no importa mucho cómo es nuestro hombre, tampoco nos interesa cómo es nuestra mujer.

Nuestro hombre llega, se encuentra con su amiga y con nuestra mujer y siente algo, una corriente, electricidad, un flechazo, algo que no podemos precisar ni esclarecer, algo así, indeterminado. Digamos que nuestra mujer le llamó la atención, le pareció interesante, llamativa. Los románticos, los eternos enamorados del amor preferirán decir que fue amor a primera vista; los racionales al extremo preferirán establecer una teoría a partir de la química corporal, las feromonas, todo eso; los lectores de intereses más espirituales podrían decir que sus energías vibraron en la misma frecuencia. Por eso solo quiero decir que nuestro hombre sintió tan solo algo.

Y ese algo bastó para que pensara en nuestra mujer, en que quería charlar de nuevo con ella, en otro lugar, otro contexto. Más tarde, a solas, la amiga le dice que invite a esa mujer a salir, que no lo piense tanto, que la invite a salir.

Es ahí donde los universos múltiples entran en escena, porque es a partir de una serie de decisiones que tomamos o no, o que postergamos o que dejamos pasar sin hacer nada (para razones metafísicas, no hacer algo es hacer algo) que van definiendo nuestro camino, nuestro universo.

Nuestro hombre podría llamar a nuestra mujer y decirle, luego de un par de minutos de charla, que deberían verse, tomar un café o un par de cervezas, charlar frente a frente, cosas de esas que se suelen hacer cuando se invita a salir por primera vez. Pero él también podría decidir que no, que eso algo que sintió es solo eso, algo, que no quiere malgastar esfuerzos, que va a esperar tiempo para dejar si es ella la que lo busca, que tal vez ese algo no es lo suficiente algo, lo bastante algo como para pasarlo a otro nivel, excusas y pretextos los hay por montones.

Pero también pensemos en las posibilidades de nuestra mujer. La amiga en común le dice a ella, con esa sutileza que caracteriza a algunas celestinas, que es evidente que entre los dos hubo algo, que se notó que hubo un chispazo, una conexión, que se llamaron la atención, se atrajeron, algo. Nuestra mujer podría admitir que hubo algo, pero que ese algo no es tan fuerte, que mejor esperar; o su experiencia (y sus decisiones anteriores) le han enseñado que es preferible ignorar ese algo (porque nada bueno sale de esos algo inesperados, mejor dejar así, mejor dejar que nuestro hombre la busque, permitir que el tiempo madure o no ese algo, diversas razones hay para esperar, lo sabemos). Pero también podría decir que no, que ese algo que la amiga en común creyó sentir es solo imaginación, también existe esa posibilidad.

Nuestro hombre le pide a la amiga en común el número de nuestra mujer, decide llamarla e invitarla a salir. Y dentro de todo ese abanico de opciones, ella acepta la invitación.

Salen y encuentran que ese algo en particular es nada. O bueno, no es algo de lo que pueda surgir un más allá que los lleve a relacionarse a ese nivel. Es un algo que los hace ser buenos amigos, afines, que charlan rico, que comparten cosas.

O salen y se enteran que ese algo los despistó. En realidad ambos chocan como seres humanos, se caen mal, al borde del odio, y deciden no volver a llamarse, salir, ni siquiera preguntar por el otro a la amiga en común.

O él llega y ella no alcanza a llegar. Ella llega y a él le ocurre algo en el camino. Ambos no pueden llegar. El abanico de opciones que se pueden presentar es infinito, amigo lector. Esa es la ley del universo.

También puede suceder que salen y ese algo florece con timidez. Y va creciendo, fortaleciéndose con cada roce de las manos, con cada mirada, con cada conversación que tienen, el suspiro a las tres de la tarde, el decir (no importa quién lo diga) “justo en este momento pensaba en vos”, compartir una película, contradecirse, encontrarse un momento para tomar algo, así como cuando ese algo que usted y yo, amigo lector, hemos encontrado en nuestras vidas, en nuestros caminos va creciendo, generando más y más caminos y opciones.

Ese algo entre nuestro hombre y nuestra mujer va creciendo. Sí, se gustan. Y puede que salgan por un buen tiempo y encuentren que el sexo entre los dos es la experiencia más decepcionante de sus vidas; es posible que ese algo se convierta en una de esas relaciones en las que el sexo es lo único que une a dos personas, así como es posible (porque antes ha sucedido) que de solo tener sexo comiencen a desarrollar algo, salen juntos unos dos o tres meses y se dan cuenta que no, que no funcionan, o deciden que estar juntos los hace felices, les gusta y deciden comprometerse. También es posible que no, que solo les interese el buen sexo que ambos tienen y prefieren no tirar de los hilos del destino.

Y aún en el caso de que nuestro hombre y nuestra mujer decidan ser novios, se siguen presentando infinitas posibilidades. Él le es infiel, a ella le aparece un ex del pasado, a él le sale una beca para estudiar en el exterior, a ella la transfieren a otra ciudad, a él le entra la idiotez de “no eres tú, soy yo”, a ella le parece que él no la llena por completo, él entra en crisis, ella conoce a otro hombre que le produce más que ese algo que nuestro hombre le produce. Vaya, tanto usted, amigo lector, como yo sabemos que el camino es culebrero, y que las historias del universo de “felices por siempre” solo suceden en los cuentos de hadas.

Supongamos que ese noviazgo sobrevive a una combinatoria de posibilidades, entresijos, vericuetos y vertientes que les surjan en el camino. Entonces llega el momento en que uno de los dos decide llevar esa relación a otro nivel, que es hora de dar el gran paso (aquí gran paso tiene matices, puede ser vivir juntos, casarse, tener un hijo o no, eso, con toda la infinitud de opciones que vienen: aceptar, decir que no, aceptar y que no funcione, decir que no y luego arrepentirse, o, dado el caso, que ambos decidan que mejor seguir así y no tentar al destino).

Y dan ese paso. Y son felices. O no. Las opciones del universo son infinitas.

Entonces volvamos a ese momento de donde habíamos partido, a nuestro hombre, en lo que denominados el presente, cuando aún tiene 30 y algo y no se decide a llamar a nuestra mujer, cuando hay un algo ahí, en medio. ¿Qué podría hacer nuestro hombre? ¿Arriesgarse y llamarla, ser osado, igual no hay nada que perder? ¿Dejar así, simplemente?

Ante esa incertidumbre se encuentra nuestro hombre. Sabe que en algún momento se verá con ella, que es probable que vuelvan a encontrarse y es en ese instante donde tomará una decisión. Y no sabemos ante esa acción, qué hará nuestra mujer. Tal vez decida ella llamarlo, tal vez lo esté pensando algo, tal vez se decida ella a actuar, tal vez espere el primer movimiento de él para devolver la pelota, como en un partido de tenis. Así. Y nosotros, tanto usted amigo lector, como yo que escribo esto, no sabemos qué va a pasar. No sabemos.

martes, 30 de agosto de 2016

A la memoria de Jairo Aníbal Niño



Supe que te amaba -más allá de toda duda- el día en que estabas colocando un clavo en la pared y te golpeaste con el martillo y a mí me empezó a sangrar el dedo pulgar. (A la memoria de Jairo Aníbal Niño)

martes, 23 de agosto de 2016

Relajar el pony



El mundo es, a veces, ocasionalmente, un lugar despiadado, frío, duro y cruel. Y no te queda mucho tiempo para hacer las putas cosas que querés hacer. Y se te llena la cabeza de preocupaciones, de ideas, de todo lo que tenés que hacer mañana y pasado y la otra semana y todo lo que se viene encima. Y nada.

Quisiera decirte que todo tiene solución, pero no me gusta mentirle a la gente. Deberías relajarte. Vivir el maldito ahora y mandar para la mierda todo lo que tenés pendiente, al menos una noche, quedarte en silencio, respirar y disfrutar del silencio y la compañía. Relajar el pony. Ver la película que tenés en frente, reírte, comer crispetas, volver a reírte, reírte si te vuelven a dar ganas. Las ocupaciones van a seguir ahí, esperándote igual. Relajar el pony. Viajar por la noche, la ciudad. Ir en el transporte público, por fortuna sentado, y oír algo de Soda y Cerati. La ciudad de la furia. Sonreír. Relajar el pony. Sonreír.

jueves, 4 de agosto de 2016

No hubo palabras



Alguna vez un amigo me dijo que, ante un momento aciago en la vida, uno de esos instantes en que el cielo es nublado, que los ánimos están turbios, las personas no necesitaban palabras, que las palabras no podían tal vez expresar nada. Así, en ese estado, no servían las palabras. Que a veces las palabras solo necesitaban la compañía, tal vez silenciosa de nosotros, estar ahí. Que ese silencio sería más conveniente y acompañador que cualquier otra cosa.

Y llegó ese momento en que no pude decirle nada a mi amigo. Sabía que nada de lo que expresara tendría sentido o aliviaría su pena. Solo pude abrazarlo y decirle que lo quería. Solo eso. Nada más.

jueves, 9 de junio de 2016

Casi obsceno



Si quisieras oír lo que me digo en la almohada
el rubor de tu rostro sería la recompensa
Son palabras tan íntimas como mi propia carne
que padece el dolor de tu implacable recuerdo

Te cuento    ¿Sí?    ¿No te vengarás un día?    Me digo:
Besaría esa boca lentamente hasta volverla roja
Y en tu sexo el milagro de una mano que baja
en el momento más inesperado y como por azar
lo toca con ese fervor que inspira lo sagrado

No soy malvado Trato de enamorarte
Intento ser sincero con lo enfermo que estoy
y entrar en el maleficio de tu cuerpo
como un río que teme al mar pero siempre muere en él.

Raùl Gómez Jattin.

jueves, 28 de abril de 2016

¿Así que quieres ser escritor?



Si no te sale ardiendo de dentro,
a pesar de todo,
no lo hagas.
A no ser que salga espontáneamente de tu corazón
y de tu mente y de tu boca
y de tus tripas,
no lo hagas.
Si tienes que sentarte durante horas
con la mirada fija en la pantalla del ordenador
o clavado en tu máquina de escribir
buscando las palabras,
no lo hagas.
Si lo haces por dinero o fama,
no lo hagas.
Si lo haces porque quieres mujeres en tu cama,
no lo hagas.
Si tienes que sentarte
y reescribirlo una y otra vez,
no lo hagas.
Si te cansa sólo pensar en hacerlo,
no lo hagas.
Si estás intentando escribir
como cualquier otro, olvídalo.

Si tienes que esperar a que salga rugiendo de ti,
espera pacientemente.
Si nunca sale rugiendo de ti, haz otra cosa.

Si primero tienes que leerlo a tu esposa
o a tu novia o a tu novio
o a tus padres o a cualquiera,
no estás preparado.

No seas como tantos escritores,
no seas como tantos miles de
personas que se llaman a sí mismos escritores,
no seas soso y aburrido y pretencioso,
no te consumas en tu amor propio.
Las bibliotecas del mundo
bostezan hasta dormirse
con esa gente.
No seas uno de ellos.
No lo hagas.
A no ser que salga de tu alma
como un cohete,
a no ser que quedarte quieto
pudiera llevarte a la locura,
al suicidio o al asesinato,
no lo hagas.
A no ser que el sol dentro de ti
esté quemando tus tripas, no lo hagas.
Cuando sea verdaderamente el momento,
y si has sido elegido,
sucederá por sí solo y
seguirá sucediendo hasta que mueras
o hasta que muera en ti.
No hay otro camino.
Y nunca lo hubo.

C. Bukowski

martes, 26 de abril de 2016

Solo ante el peligro



Para hablar de ti no sirve un poema.
Tal vez una vieja canción del Oeste,
Una canción que diga de aquel hombre solo
Que va por el mundo
Jugando a los vaqueros. Una canción
Que recuerde las ciudades
Que el hombre lleva en la memoria,
Donde siempre hubo un duelo,
Un bar y una mujer. Una canción
Que hable de los largos caminos
Que nunca acaban
Y el hombre en su caballo
Hacia cualquier parte.
Nadie sabe su nombre porque así
Lo quiso él, aunque, con frecuencia,
En las noches luminosas
El hombre eche de menos una palabra
Tierna y tal vez llore.
Una canción que diga de la mujer
Que en cada pueblo deja,
Sentada en la barra de una cantina,
Recordando al hombre
Y sus borracheras de matón
Y sus agresivos momentos de soledad
Y sus monólogos agrios con fantasmas
Y su tierna intimidad al amanecer
Y su incontenible ansiedad
Por sentir el pie en el estribo, nuevamente.
Una canción que hable de ti, Juan.

miércoles, 20 de abril de 2016

Clic



Hace poco envíe este texto para los muchachos de Tejiendo Versos y ellos, muy amables, muy queridos, me publicaron. Esto, a medio camino entre cuento, poesía, anécdota, no sé, es el resultado de una mañana de inspiración y serendipia.

Resulta increíble que en este planeta, con sus ciudades grises y lacónicas habitadas por millones y millones de personas, caminemos por ahí sin poder conectar con alguien, con alguien y hacer clic, con quien sentirnos plenos y a gusto para dejar vislumbrar, asomar, atisbar una muestra del universo que nos habita.

(Esas nebulosas que nos llenan los espacios vacíos, las constelaciones que tejen nuestro firmamento, los cometas raudos que de cuando en cuando nos sorprenden a nosotros mismos, el polvo del que estamos hechos, los soles que al interior nuestro se apagan.)

Nos sentamos en un café, un bar, quizás un restaurante, tal vez la silla de un bus y esperamos poder conversar con esa persona que nos acompaña sobre ese algo que nos agobia, pide salir, darle alas, entregárselo a los hados, que las ideas correteen traviesas afuera. “¿Ha leído usted a Carranza, la hija? Es que hoy vengo tan lleno de ausencia, de un dolor tan cercano a los versos de ella.” Pero no; difícilmente intercambiaremos nuestras impresiones del clima, de lo mal que funciona el sistema de salud en nuestro país y de una familiar que se fue al extranjero porque acá todo está caro, todo está muy duro, hasta luego, que tenga un buen día.

Pero no.

Vamos por ahí buscando, esperando esa señal del destino. Las calles siguen llenándose de autos, de gente, de afanes y cotidianidades; de falsos redentores, angustiados redimidos; de pesares, dolores y vacíos, de las lágrimas que aún no se han derramado, de las historias que están por vivirse, de los adioses no pronunciados.

Los amigos, esa familia a la cual por elección se pertenece, nos acompañan por instantes, mas hace falta ese clic, esa conexión, ese algo más allá de toda corporalidad, trato, relación que establecemos.

Aun así, falta algo.

Quizás una tarde o una noche indeterminada, no precisada en el tiempo, quieren las tejedoras de los hilos del destino que dos seres humanos se conecten, sin buscarlo, sin motivo alguno, un par de líneas, un libro, unos cuantos verbos, sin adjetivos.

Poco a poco, con la paciencia con que se hilan y entrelazan las historias, ambos personajes (seleccionados al azar entre esos millones y millones que habitan y deambulan las grises y lacónicas ciudades) hacen clic y sin mayores ambiciones se asoman en el universo del otro, se dan a conocer los satélites, los asteroides, los cometas erráticos. De a poco pasean por ese cosmos interno. Y se conectan.

No importa si habitan universos de prosa o de poesía; no importa si las canciones que escuchan son disimiles o si uno siente la magia de la tierra y el otro percibe lo convulsionado de las avenidas. No importa, incluso, si uno respira el gélido aire de las calles capitalinas y el otro se mueve en las cálidas (y a veces intoxicantes) calles de una ciudad cercana al Pacífico. Pero sonríen porque existen.

Serendipia.

miércoles, 2 de marzo de 2016

La banda sonora de mi vida - Volumen 4: 10 canciones de Bon Jovi que deberían sonar más a menudo



El año pasado, en twitter, hice una lista de diez canciones que a mi juicio deberían sonar más a menudo, que deberían conocerse más. Pero, como todo, esta es una lista basada en mis gustos, no hace parte de un estudio selecto ni en sondeos, nada. Y hoy, con ocasión del cumpleaños del líder de esta banda, el cuarto volumen de la Banda Sonora, va dedicado a esas canciones que sí.

Algunas son canciones que poco han sonado en la radio, otra (como en el caso que verán más adelante) es una canción cuya versión en concierto (e interpretada por Sambora en el Madison Square Garden en el 2011) debería sonar más en los bares. 

10. Porque Sambora hace de "I'll be there for you" algo etéreo, sublime, único, especial.

9. Una canción para decir que no, que uno no está preparado para dejar ir a esa persona que de verdad ama, que de verdad quiere: I'd die for you

8. ¿Nada parece ir bien? ¿Nada le sale cómo usted quiere? Quéjese con el de arriba: Hey God

7. Por si usted, estimado lector, es el mocito, el "arrocito en bajo" de alguien. Damned if you love me, damned if you don't. It's getting harder holding on, but I can't let you go: Damned

6. No siempre el amor es fácil y los tiempos no están sincronizados: Wild is the wind

5. Canción para cuando por dentro uno se siente como un lunes, porque del próximo fin de semana nos separan solo unos pocos días. Someday I'll be saturday night

4. No se les olvide nunca, gente, que el amor es la única regla. Love is the only rule

3. Por si terminó odiando a quien amaba, si con el tiempo dejó de conocerle. Every broken heart is tryin' to even the score. It's the way of the world, Love is war.

2. ¿Una canción para decir adiós? I never wanted the stars, I never wanted the moon, I like them right where they are, all I wanted was you. I want you.

1. Una canción para los amigos de toda la vida. Blood on blood





viernes, 19 de febrero de 2016

Seda



58.

[...]

-Mi señor amado
Dijo
-no tengas miedo, no te muevas, quédate en silencio, nadie nos verá

59.

PERMANECE ASÍ, te quiero mirar, yo te he mirado tanto pero no eras para mí, ahora eres para mí, no te acerques, te lo ruego, quédate como estas, tenemos una noche para nosotros, y quiero mirarte, nunca te había visto así, tu cuerpo para mí, tu piel, cierra los ojos y acaríciate, te lo ruego.

dijo Madame Blanche, Hervé Joncour escuchaba

no abras los ojos si no puedes, y acaríciate, son tan bellas tus manos, las he soñado tanto que ahora las quiero ver, me gusta verlas sobre tu piel, así. sigue, te lo ruego, no abras los ojos, yo estoy aquí, nadie nos puede ver y yo estoy cerca de ti, acaríciate señor amado mío, acaricia su sexo, te lo ruego, despacio.

ella se detuvo. Continúe, por favor, dijo él,

es bella tu mano sobre tu sexo, no te detengas, me gusta mirarla y mirarte, señor amado mío, no abras los ojos, no todavía, no debes tener miedo estoy cerca de ti, ¿me oyes?, estoy aquí, puedo rozarte, y esta seda, ¿la sientes?, es la seda de mi vestido, no abras los ojos tendrás mi piel.

dijo ella, leía despacio, con una voz de mujer niña,

tendrás mis labios, cuando te toque por primera vez será con mis labios, tú no sabrás dónde, en cierto momento sentirás el calor de mis labios, encima, no puedes saber dónde si no abres los ojos, no los abras, sentirás mi boca donde no sabes, de improviso.

él escuchaba inmóvil, del bolsillo del traje gris asomaba un pañuelo blanco cándido,

tal vez sea en tus ojos, apoyaré mi boca sobre los párpados y las cejas, sentirás el calor entrar en tu cabeza, y mis labios en tus ojos, dentro, o tal vez sea sobre tu sexo, apoyaré mis labios allí y los abriré bajando poco a poco.

Dijo ella, tenía la cabeza pegada a las hojas, y con una mano se acariciaba el cuello, lentamente

Dejaré que tu sexo cierre a medias mi boca, entrando entre mis labios, y empujando mi lengua, mi saliva bajará por tu piel hasta tu mano, mi beso y tu mano, uno dentro de la otra, sobre tu sexo.

él escuchaba, tenía la mirada fija en un marco de plata, colgado en la pared,

hasta que al final te bese en el corazón, porque te quiero, morderé la piel que late sobre tu corazón, porque te quiero, y con el corazón entre mis labios tú serás mío, de verdad, con mi boca en tu corazón tu serás mío para siempre, y si no me crees abre los ojos señor amado mío y mírame, soy yo, quién podrá borrar jamás este instante que pasa, y este mi cuerpo sin más seda,tus manos que lo tocan, tus ojos que lo miran.

Dijo ella, se había inclinado hacia la lámpara, la luz daba contra los folios y pasaba a través de su vestido trasparente,

Tus dedos en mi sexo, tu lengua sobre mis labios, tú que resbalas debajo de mí, tomas mis flancos, me levantas, me dejas deslizar sobre tu sexo, despacio, quién podrá borrar esto, tú dentro de mí moviéndote con lentitud, tus manos sobre mi rostro, tus dedos en mi boca, el placer en tus ojos, tu voz, te mueves con lentitud, pero hasta hacerme daño, mi placer, mi voz 

él escuchaba, en determinado momento se volvió a mirarla, la vio, quería bajar los ojos pero no lo consiguió,

mi cuerpo sobre el tuyo, tu espalda que me levanta, tus brazos que no me dejan ir, los golpes dentro de mi, es dulce violencia, veo tus ojos buscar en los míos, quieren saber hasta dónde hacerme daño, hasta donde tú quieras, señor amado mío, no hay fin, no finalizará, ¿lo ves?, nadie podrá cancelar este instante que pasa, para siempre echarás la cabeza hacia atrás, gritando, para siempre cerraré los ojos soltando las lágrimas de mis ojos, mi voz dentro de la tuya, tu violencia temiéndome apretada, ya no hay tiempo para huir ni fuerza para resistir, tenía que ser este instante, y en este instante es, créeme, señor amado mío, este instante será, de ahora en adelante, será, hasta el fin,

dijo ella, con un hilo de voz, luego se detuvo.

No había más signos sobre la hoja que tenía en la mano: la última. Pero cuando la volteó para dejarla vio en el reverso unas líneas adicionales, tinta negra en el centro de la página blanca. Alzó la mirada hacia Hervé Joncour . Sus ojos la miraban fijamente, y ella entendió que eran ojos bellísimos. Bajó de nuevo la mirada al folio.

-No no veremos más, señor

Dijo.

-Lo que era para nosotros, ya lo hemos hecho y tú lo sabes. Créeme: lo hemos hecho para
siempre. Conserva tu vida al margen de mí. Y no dudes ni un segundo, si es útil para tu
felicidad, en olvidar a esta mujer que ahora te dice, sin remordimiento, adiós.

Seda, Alessandro Baricco.

miércoles, 3 de febrero de 2016



Difícil dedicar un poema de amor
si alude a romances sofocantes,
tortuosos,
que agobian, sin sosiego.

Amores que no dan tregua,
asfixian, angustian, encadenan.

Amores que no reconocen las distancias
ni la cercanía silenciosa.

Amores ansiosos, desesperados.

Perdona entonces
esos escuetos y sencillos te quiero,
sinceros,
sin adornos ni pretensiones.
Son mis te quiero,
pausados, sin afanes,
llenos de viento, aireados, amplios.

Son te quiero
vividos en ti,
plenos, completos,
que están ahí
tan infinitos en su justa medida.

miércoles, 20 de enero de 2016

Cuerpos




I

Ah: volver a visitar tu más
Húmedo lugar a horas imprevistas
Mientras abres la página en blanco
de tus piernas
Y tu sésamo que guarda el rojo fruto
Se ajusta a mi galope.
Volver a festejar los cuerpos.
Reanudar el goce
Entre la leche derramada del alba.

II

Ah: cuerpo a cuerpo reanudar la mañana
Mientras lanceo tu pequeña aldea láctea
La piedra de escándalo de tus muslos.
Jadear como corcel espoleado
Penetrando el abismo que nos une y nos separa
Con mi centro en menguante y en creciente
Mientras cruzamos la otra orilla
Entre el flujo y reflujo
Del alba.

Juan Manuel Roca

miércoles, 6 de enero de 2016

Si alguien ama a una flor




"Si quelqu'un aime une fleur qui n'existe qu'à un exemplaire dans les millions et les millions d'étoiles, ça suffit pour qu'il soit heureux quand il les regarde. Il se dit: "Ma fleur est là quelque part..." Mais si le mouton mange la fleur, c'est pour lui comme si, brusquement, toutes les étoiles s'éteignaient ! Et ce n'est pas important ça!"


"Si alguien ama a una flor de la que no existe más que un ejemplar en los millones y millones de estrellas, eso basta para que se sienta feliz cuando las mira. Se dice: "Mi flor está allá en algún lado..." Pero si el cordero se come la flor, es para él como si, de golpe, todas las estrellas se apagaran ! Y eso no es importante !"

Tomado de El Principito, capítulo 7.